Le
miro. Me mira. Sus piernas cruzadas con las mías, su café recién hecho
sobre su rodilla, el mío envuelto por mis manos. Nos miramos, no decimos
nada. Sabemos que las palabras ahora no sirven de nada, sabemos que
esta escalera lo significa todo. Y poder estar a su lado, me basta. Al
igual que a él tener a esta pequeña en frente de él.
Varios años antes...
-¡Vamos, abuela, un rato más! -Pedimos ambos con una sonrisa.
-Está bien, solo un cuento más y a la cama.
-¿Por qué tan pronto? -Preguntaba, sin entender sus palabras. -¡Si hoy a venido Lucas a dormir!
-Exactamente por eso, porque mañana empezáis el Esplai, y no habrá
quién os levante, pequeños. -Nos explica. -Pero bueno, os voy a contar
un cuento. Sentaros en el escalón, así mientras os bebéis la leche os lo
cuento y luego no os dará tanta pereza tener que subir las escaleras
para subir a la habitación.
Hacemos lo que ella nos dice. Con el
pijama ya puesto, nos sentamos en el primer escalón de la escalera de
casa de mi abuela. Lucas, mi vecino, se bebe la leche de golpe,
nervioso, quiere escuchar el cuento de mi abuela cuanto antes. El mío
quema, prefiero dejarlo enfriar. Me río, tiene leche en los labios.
-Toma tonto, -le ofrezco una servilleta que nos habia dado la abuela. -¡Tienes leche en la boca!
Él se limpia la boca rápidamente. La abuela, se sienta a nuestro lado,
lentamente, sus huesos no le dejan sentarse con tanta rapidez como
nosotros, dos niños que somos.
-Muy bien. ¿Estáis preparados? -Asentimos con la cabeza, mirando fíjamente los ojos de mi abuela, rebosantes de felicidad.
"Había una vez, un amor fuerte. Que...
-¿Un amor? -Interrumpe Lucas. -¡Qué tostón! -Exclama. -¡El amor es para chicas!
-¡Pero si es muy bonito! -Respondo, sonriendo. -¡Abuela, sigue explicando! Este ya se enganchará algun día a la historia...
-Muy bien, seguiré. -Dice mi abuela, mirando con una sonrisa en los labios al niño reboltoso que tengo al lado.
"Recordad que os hablo de amor. Pero es un amor que no saben que
existe, que se esconde. Un amor pequeño, pequeño, pequeño, que no
podemos ver. Una niña lo nota, juega dentro de su interior, pero no le
hace caso. Prefiere los sueños, y ese amigo que los comparte con ella.
Creyendo que es eso, un simple juego del destino. Pero pasa el tiempo, y
los niños crecen. Con ellos, el amor que siente la niña aumenta. El del
niño duerme, prefiere los juegos, las discotecas, y las chicas que
tienen un buen cuerpo. La niña sueña. Aunque sabe que no puede volver a
ver a su amigo, ya no es el mismo. Un verano, vuelve al pueblo de su
abuela, con ese chico que compartió tantos sueños años antes. Día a día,
van rehaciendo aquello que perdieron. Día a día, el amor de aquella
pequeña niña vuelve a crecer. Y, ¿sabéis una cosa?"
-¿Qué? -Pregunta Lucas.
-Ahora sí que te interesa, eh listillo... -Le digo, sonriendo.
-Calla, tonta. -Replica él. -¿Qué pasa después?
-Sí eso, abuela. ¿Y luego?
-No tiene final. Tranquilos, lo descobriréis dentro de un tiempo.
Recuerdo que aquella noche no pude dormir. No entendí aquel cuento,
pero era una niña, y esas "preocupaciones" volaron rápidamente. Cada
noche nos contó un cuento durante todo el verano. Para nosotros aquella
escalera eran minutos de atención, de diversión, de sueños contados por
alguien, que sabia nuestro futuro. Tal y como decía la abuela, Lucas y
yo dejamos de vernos. Pero años después, tubimos que volver. La abuela
habia muerto, y quería pasar el mayor tiempo en aquella casa que tantos
recuerdos nos había traido.
Entré, con los ojos negados de
lágrimas. Vi dos cafés preparados justo en el último escalón de la
escalera. Y entonces le vi a él. Sentado, en su sitio de siempre,
apoyado en la pared. Intentaba sonreír, no podía. Subí las escaleras,
poco a poco.
Le miro. Me mira. Sus piernas cruzadas con las
mías, su café recién hecho sobre su rodilla, el mío envuelto por mis
manos. Nos miramos, no decimos nada. Sabemos que las palabras ahora no
sirven de nada, sabemos que esta escalera lo significa todo. Y poder
estar a su lado, me basta. Al igual que a él tener a esta pequeña en
frente de él.
Él se acerca la taza a su boca, bebe un poco.
Esta vez no se lo acaba, somo siempre hacia. A crecido. Mis ojos,
humedecidos, le miran. Sonrío, de repente. Café. Tiene café en los
labios.
-Lucas... -Consigo decir.
-Tu abuela tenía razón. -Sonríe. -¿Recuerdas como acabó de contarnos el cuento?
-"Día a día, el amor de aquella pequeña niña vuelve a crecer. Y, ¿sabéis una cosa?" -Le digo, recordándolo.
-El del chico también. -Dice él, acercando su cara hacia la mía,
provocando mi sonrisa, uniendo nuestros labios. Retirando el café de sus
labios, saboreando la verdad de una vez por todas.
lunes, 4 de marzo de 2013
domingo, 3 de marzo de 2013
Porque de eso trata la vida, de luchar por lo que te hace feliz.

Porque puede que mi felicidad esté lejos, y que el tiempo, las críticas, y todo lo demás, estén jugando en mi contra. Pero no me importa, ya no. Ahora ya lo sabes, si algún día me ves, puede que pienses que no soy nada, sin embargo, a lo mejor, esa piedra con la que tú acabas de caerte, yo la habré saltado mil veces. Y no me importará saltarla mil y una veces, pues lo único que querré es que se me oiga, que sepan, de una vez por todas, que no todo es como parece.
Empezar de zero, poder ser yo.

Prefiero tenerte, que saber que puedo perderte.
http://www.youtube.com/watch?v=v15rAcFEzAY;
Soy invisible. Invisible para tus ojos, invisible con cada palabra, esas que tú crees que no son nada, pero que para mí lo son todo. Me gustaría decirte que puedo ser esa chica que no se cansará de ti, que no te dejará tirado, te abrazará cuando más lo necesites, y te besará cuando menos te lo esperes. Soy de esas que sueña. Que sueña con que, algun día, me ponga a córrer y tú corras detrás mío, envolviendome en tus brazos, haciéndome saber que no te marcharás. Soy de esas que quiere coger todos los caminos posibles, a ver, si por casualidad, alguna vez, me encuentro con el tuyo. Soy ese tipo de chica que necesita tu sonrisa, sobrevivo con ellas. De esas que cuando abrazan a alguien que quieren, les dejan sin respiración. Seria de esas, cuando, por fin, pudiese abrazarte. Soy ese tipo de chicas que prefieren una tarde llena de risas contigo que una tarde en una discoteca, por ejemplo. Prefiero tus labios, que la música. Prefiero tus cosquillas, que el bailar con alguien que no conozco de nada. Prefiero tenerte, que saber que puedo perderte.
Porque sí, soy de esas, que al escribirte esto, no te dirá su nombre. ¿Por qué? Porque también soy esa chica, que vive con el miedo de que, todos sus sueños se rompan al ver que tú no has sonreído al saber que, sin saber como, te quiero.
Soy invisible. Invisible para tus ojos, invisible con cada palabra, esas que tú crees que no son nada, pero que para mí lo son todo. Me gustaría decirte que puedo ser esa chica que no se cansará de ti, que no te dejará tirado, te abrazará cuando más lo necesites, y te besará cuando menos te lo esperes. Soy de esas que sueña. Que sueña con que, algun día, me ponga a córrer y tú corras detrás mío, envolviendome en tus brazos, haciéndome saber que no te marcharás. Soy de esas que quiere coger todos los caminos posibles, a ver, si por casualidad, alguna vez, me encuentro con el tuyo. Soy ese tipo de chica que necesita tu sonrisa, sobrevivo con ellas. De esas que cuando abrazan a alguien que quieren, les dejan sin respiración. Seria de esas, cuando, por fin, pudiese abrazarte. Soy ese tipo de chicas que prefieren una tarde llena de risas contigo que una tarde en una discoteca, por ejemplo. Prefiero tus labios, que la música. Prefiero tus cosquillas, que el bailar con alguien que no conozco de nada. Prefiero tenerte, que saber que puedo perderte.
Porque sí, soy de esas, que al escribirte esto, no te dirá su nombre. ¿Por qué? Porque también soy esa chica, que vive con el miedo de que, todos sus sueños se rompan al ver que tú no has sonreído al saber que, sin saber como, te quiero.
sábado, 2 de marzo de 2013
Ya era hora de ser feliz.

Enamorada de él. Solo de él.
-No llores más. Vamos, sabías que tenía que
pasar. Sabías que la distancia lo estropearía todo. Pero tú te
enamoraste. No me hiciste caso. Cada palabra que te decía era una
sonrisa tuya, una ilusión más. Tú coleccionabas ilusiones, yo guardaba
todos los abrazos que te estoy dando. Los necesitas. Porque él ya no
estará. Solo te está haciendo daño, princesa. Él y la distancia; la puta
distancia. No quiero verte mal, necesito ver tu sonrisa de siempre. Esa
que decías que él te sacaba con tanta facilidad. Sé que ya no está, que
necesitas olvidarle. Te ayudaré, pero primero debes olvidar cada
palabra, cada momento, y cada ilusión.
+Y una mierda. No pienso, ni quiero olvidarle. Sí, puede que ahora esté llorando, y me duela que él no se de cuenta de nada y que encima esté tan lejos. Pero no por eso voy a rendirme. Le quiero, lo tengo claro. Y sonreiré, puede que tarde, pero lo haré. Por él. Porque como bien dices, él me hacia sonreír. Y con el paso del tiempo, cuando todo cambie, lo volverá a hacer. Porque estoy enamorada de él, no de aquel de allí, ni de ti, si no de él. Y ni tú ni nadie podrá hacer que eso cambie.
+Y una mierda. No pienso, ni quiero olvidarle. Sí, puede que ahora esté llorando, y me duela que él no se de cuenta de nada y que encima esté tan lejos. Pero no por eso voy a rendirme. Le quiero, lo tengo claro. Y sonreiré, puede que tarde, pero lo haré. Por él. Porque como bien dices, él me hacia sonreír. Y con el paso del tiempo, cuando todo cambie, lo volverá a hacer. Porque estoy enamorada de él, no de aquel de allí, ni de ti, si no de él. Y ni tú ni nadie podrá hacer que eso cambie.
viernes, 1 de marzo de 2013
Existo, ¿sabes?
Eh,
hola, existo. ¿Me recuerdas? Soy esa chica que vive con miedo, pero que
muy en el fondo le encanta tenerlo. Esa, la que cada día lleva una
sonrisa, muchas veces falsa, dibujada tan solo para que todo el mundo,
incluido tú, piensen que estoy bien. Cuando puede, que no lo esté. Que
me pregunten que deseo y mienta. Mienta por no decirles que no sé lo que
de verdad quiero. Que no sepas lo que siento,
o todo lo contrario, que lo sepas, y todo cambie. No quiero que todo
sea diferente. Bueno, sí. Pero si algo tiene que cambiar, que sea para
decirme que me quieres. Lo sé, sueño mucho. Y no, no es divertido. Pero
he aprendido. He aprendido a levantarme cada mañana y convencerme de que
todo seguirá igual, que porque me hables o me sonrías no va a
significar nada. He aprendido a no despertar a las ilusiones, me ha
costado, pero lo he conseguido. He aprendido a quererte. Así, a
escondidas, sintiendo lo mismo, preguntándome si tú, alguna vez, al leer
esto, pensarás en mí. Porque yo solo quiero ser tu pequeña. Esa que un
día, sacará fuerzas, bajará la mirada, susurrará un "te quiero" y al
subir la mirada, como siempre, seguirá esperando tu sonrisa.
Esta soy yo.

Me he enamorado varias veces, y sí, lo he acabado pasando mal. Estoy enamorada, pero os juro, que me encantaría no estarlo. Se dice que cuando estás enamorada sonríes todo el día, nada te afecta, y solo piensas en él. Mentira. Es la verdad más falsa que haya oído nunca. Vale, sí, puede que algunas veces ese cosquilleo en la barriga no me lo quite nadie, pero lo demás no es tan bonito. Acostumbro a reírme por todo, hasta cuando quiero llorar, para ocultarlo. Odio que la gente me vea llorar. Odio la puta distancia. Odio la palabra "imposible", y la palabra "siempre". Nada es para siempre. Duele que te prometan que algo será para siempre y luego se quede en un "hola", "¿cómo estás? y "adiós". Duele. Pero aprendes, pasas página y sigues adelante. Aunque muchas veces pienses que no podrás, o pienses que esa es la definitiva. He llorado por quién no debía, he luchado por algo sin futuro y miles de veces, he sonreído falsamente. Sueño con ser parte de su sueño y con poder abrazarlo alguna vez en toda esta puta vida. Pero sé que no es fácil, nada lo es. Pero seguiré luchando. Soy así, alguien que quiere en silencio. Con miedo. Llorando de noche. Sonríendo de día. Buscando la felicidad, sabiendo que él, estará justo a su lado.
Amor de hermanos.

+Vamos a llamar a tu novio, ¿cómo decías que se llamaba?
-Vamos tete, ¡devuelvemelo!
+Venga, vamos a llamarlo... Sí, hola perdona, llamaba para decirte que mi hermana pequeña te...
-¡Te odio!
+Eh, enana.
-Dime, tonto.
+No estaba llamando."
Querido tete, escribo esto para que sepas que me encantaba que me quitases el movil y después acabase ahogada por cada una de tus cosquillas. Que muy en el fondo, me encantaba que me cogieses a caballito y me hicieses un tour por nuestra a casa, esa que ahora, ya no pisas. Todos esos veranos, día sí y día no a tu lado. Esas tardes tirados en el sofá viendo cualquier peli, esas discusiones por elegir la película, cada partida del Monopoly a tu lado, todas esas horas en las que solo se escuchaban nuestras risas... Las echo de menos. Echo de menos despertarme y ver tu cara de dormido, dándome los buenos días. Echo de menos tus ataques de locura y todas aquellas cosquillas que venían después. Echo de menos ese "¿Qué te pasa, enana? ¿A quién tengo que matar?" Echo de menos que alguien me haga reír cuando más lo necesito. Porque tú lo conseguías. Siempre. Y ahora ya nada es lo mismo, tú ya no estás día a día a mi lado. Pero tranquilo, la enana esta aprenderá a sonreír sola. Crecemos, cambiamos, y aunque no lo quiera, nos distanciamos. Te voy a echar mucho de menos, no te imaginas cuanto. Porque siempre seré tu enana, aunque crezca. Y tú siempre serás mi tete, ese que espero no perder nunca.
Te quiero..
-Una enana.
Sonríe.

“Hay veces, que la vida te da tal ostia, que parece que el suelo es tu único amigo. Todos esos días, esas horas, en las que te aguantas las lágrimas, hasta que explotas. A veces con la persona menos indicada, pero lo haces. Eso no es malo. No puedes tragártelo todo tú solo, no puedes, ni debes. Pero bueno, sigamos con la historia del suelo. Tantas ostias, todos esos gritos apagados que te gustaría decir, para que todos aquellos que te quieren se den cuenta de que no estás bien, se quedan dentro de ti, pues no quieres llamar la atención. Pero llega un momento, en el que sabes que si no te levantas tú no lo va a hacer nadie. Te incorporas, sentándote en el frío suelo. ¿Y ahora qué? Ahora debes intentar no pensar en los moratones que tantas ostias te han dejado. No tienes que pensar en problemas, has sufrido demasiado. Piensa en sueños. Sí, sí, hazlo, que valdrá la pena. Piensa en aquello que quieres conseguir. Puede que sea difícil, o esté lejos. Pero, ¿quieres que te diga la primera razón por la que debes seguir, sonreír? Ahí va: No te quedes sentado. Tu sueño no se va a cumplir solo. El suelo no te va a ayudar, y las lágrimas, mucho menos. Ya tienes la primera razón, ahora levántate, y no vuelvas a sentarte. Mira el suelo. Observa la distancia que te separa de él, y la facilidad con la que te has alejado de lo que parecía, que hacia un par de minutos, era tu mejor amigo. Ahora mira en frente tuyo. No hay ningún cambio, lo sé. Sigues sintiéndote mal, ¿eh? Escúchame. (Bueno, léeme.) Muchas veces no vemos aquello que nos hace fuertes. Porque no queremos, o porque simplemente, nos duele no verlo. Puede que ahora busques la felicidad y solo veas el suelo en el que te has estampado, pero eh, mira esa esquina, sí, esa, la que guarda un papel pequeño y algo doblado. Léelo.
[Todo lo que empieza acaba. Lo que se marchita vuelve a crecer. Pero en cambio, una sonrisa, aunque no lo quieras, siempre está ahí. Sonríe, solo tú puedes dejar que esa sonrisa, no se marche.]
Ahora ya lo sabes, sonríe, que te lo mereces...”
Suscribirse a:
Entradas (Atom)