lunes, 4 de marzo de 2013

Un cuento lleno de realidades.

Le miro. Me mira. Sus piernas cruzadas con las mías, su café recién hecho sobre su rodilla, el mío envuelto por mis manos. Nos miramos, no decimos nada. Sabemos que las palabras ahora no sirven de nada, sabemos que esta escalera lo significa todo. Y poder estar a su lado, me basta. Al igual que a él tener a esta pequeña en frente de él.

Varios años antes...
-¡Vamos, abuela, un rato más! -Pedimos ambos con una sonrisa.
-Está bien, solo un cuento más y a la cama.
-¿Por qué tan pronto? -Preguntaba, sin entender sus palabras. -¡Si hoy a venido Lucas a dormir!
-Exactamente por eso, porque mañana empezáis el Esplai, y no habrá quién os levante, pequeños. -Nos explica. -Pero bueno, os voy a contar un cuento. Sentaros en el escalón, así mientras os bebéis la leche os lo cuento y luego no os dará tanta pereza tener que subir las escaleras para subir a la habitación.
Hacemos lo que ella nos dice. Con el pijama ya puesto, nos sentamos en el primer escalón de la escalera de casa de mi abuela. Lucas, mi vecino, se bebe la leche de golpe, nervioso, quiere escuchar el cuento de mi abuela cuanto antes. El mío quema, prefiero dejarlo enfriar. Me río, tiene leche en los labios.
-Toma tonto, -le ofrezco una servilleta que nos habia dado la abuela. -¡Tienes leche en la boca!
Él se limpia la boca rápidamente. La abuela, se sienta a nuestro lado, lentamente, sus huesos no le dejan sentarse con tanta rapidez como nosotros, dos niños que somos.
-Muy bien. ¿Estáis preparados? -Asentimos con la cabeza, mirando fíjamente los ojos de mi abuela, rebosantes de felicidad.

"Había una vez, un amor fuerte. Que...
-¿Un amor? -Interrumpe Lucas. -¡Qué tostón! -Exclama. -¡El amor es para chicas!
-¡Pero si es muy bonito! -Respondo, sonriendo. -¡Abuela, sigue explicando! Este ya se enganchará algun día a la historia...
-Muy bien, seguiré. -Dice mi abuela, mirando con una sonrisa en los labios al niño reboltoso que tengo al lado.

"Recordad que os hablo de amor. Pero es un amor que no saben que existe, que se esconde. Un amor pequeño, pequeño, pequeño, que no podemos ver. Una niña lo nota, juega dentro de su interior, pero no le hace caso. Prefiere los sueños, y ese amigo que los comparte con ella. Creyendo que es eso, un simple juego del destino. Pero pasa el tiempo, y los niños crecen. Con ellos, el amor que siente la niña aumenta. El del niño duerme, prefiere los juegos, las discotecas, y las chicas que tienen un buen cuerpo. La niña sueña. Aunque sabe que no puede volver a ver a su amigo, ya no es el mismo. Un verano, vuelve al pueblo de su abuela, con ese chico que compartió tantos sueños años antes. Día a día, van rehaciendo aquello que perdieron. Día a día, el amor de aquella pequeña niña vuelve a crecer. Y, ¿sabéis una cosa?"

-¿Qué? -Pregunta Lucas.
-Ahora sí que te interesa, eh listillo... -Le digo, sonriendo.
-Calla, tonta. -Replica él. -¿Qué pasa después?
-Sí eso, abuela. ¿Y luego?
-No tiene final. Tranquilos, lo descobriréis dentro de un tiempo.

Recuerdo que aquella noche no pude dormir. No entendí aquel cuento, pero era una niña, y esas "preocupaciones" volaron rápidamente. Cada noche nos contó un cuento durante todo el verano. Para nosotros aquella escalera eran minutos de atención, de diversión, de sueños contados por alguien, que sabia nuestro futuro. Tal y como decía la abuela, Lucas y yo dejamos de vernos. Pero años después, tubimos que volver. La abuela habia muerto, y quería pasar el mayor tiempo en aquella casa que tantos recuerdos nos había traido.

Entré, con los ojos negados de lágrimas. Vi dos cafés preparados justo en el último escalón de la escalera. Y entonces le vi a él. Sentado, en su sitio de siempre, apoyado en la pared. Intentaba sonreír, no podía. Subí las escaleras, poco a poco.

Le miro. Me mira. Sus piernas cruzadas con las mías, su café recién hecho sobre su rodilla, el mío envuelto por mis manos. Nos miramos, no decimos nada. Sabemos que las palabras ahora no sirven de nada, sabemos que esta escalera lo significa todo. Y poder estar a su lado, me basta. Al igual que a él tener a esta pequeña en frente de él.

Él se acerca la taza a su boca, bebe un poco. Esta vez no se lo acaba, somo siempre hacia. A crecido. Mis ojos, humedecidos, le miran. Sonrío, de repente. Café. Tiene café en los labios.
-Lucas... -Consigo decir.
-Tu abuela tenía razón. -Sonríe. -¿Recuerdas como acabó de contarnos el cuento?
-"Día a día, el amor de aquella pequeña niña vuelve a crecer. Y, ¿sabéis una cosa?" -Le digo, recordándolo.
-El del chico también. -Dice él, acercando su cara hacia la mía, provocando mi sonrisa, uniendo nuestros labios. Retirando el café de sus labios, saboreando la verdad de una vez por todas.

domingo, 3 de marzo de 2013

Porque de eso trata la vida, de luchar por lo que te hace feliz.

No pienso rendirme. No lo haré. No conseguirás verme llorando en el suelo, no te daré ese placer. No soy débil, jamás lo he sido. Solo me he guiado por vuestras putas etiquetas, todas esos adjetivos que me calificaban como algo pequeño, sin sentido, insignificante. Pues no. La palabra inferior no va conmigo. La palabra miedo se quedó junto a los juguetes hace mucho tiempo. Y la palabra valentía me persigue día a día. Para enfrentarme, por ejemplo, a todo esto. Yo solo quiero mirar para delante, destacar, sentirme útil. Nada es fácil, lo sé. ¿Pero quién dijo que algo no lo fuese? ¿Tú? Sigue soñando si quieres que me crea que estás seguro de que mis pies no van a seguir un camino aun más largo, lejano, y mejor que el tuyo. No temas, el sentirse inferior no duele. Solo jode. Hasta que te hartas. Te hartas tanto que te subes a la nube más negra y le das todo el color que puedes, todo lo que guardas, lo que por fin has sacado. He ocultado demasiado. He dado todo lo que podía por no dar lo que de verdad importa. Pero a partir de ahora todo va a cambiar. Si digo o hago, dejará de ser con miedo a saber que pensáis de mí. De esta chica que hasta ahora parecía una mosquita muerta que no podía valerse por si misma. Ibais equivocados. Todos. Los que callamos no somos débiles, guardamos lo mejor para el final. Los que habláis pronto os hundis rápido, pues os creéis que lo tenéis todo, cuando en realidad no tenéis nada. Un consejo: No os creáis mucho por sentiros necesitados por miles de personas. Sentiros grandes, cuando de verdad, seáis algo haciendo aquello que te gusta, sintiéndote cerca de tu gente, esa que, por poca que sea, siempre va a estar ahí apoyándote. Puede que esta sociedad se esté cayendo a cachos. Pero no será culpa mía, ni de todos los valientes que nos escondemos día a día. Será culpa de los débiles que llevan más máscaras que otra cosa, porque solo serán, pues eso, personas insignificantes, que se creen que con la fama, el dinero, y miles de personas, lo serán todo. Los buenos crean la mentira al principio, preparándose para la verdad. Los malos, simplemente, se hunden en ella. Día a día he sido quien queríais que fuese, pero ahora ya no, ahora toda la puta verdad os estallará en la cara, y es cuando os daréis cuenta de que lo que sois no es nada comparado con lo que yo seré a partir de ahora, por lo que lucharé. Porque a mi no me lo darán todo comido, no me chivarán las respuestas en un examen, me harán los deberes, me darán dinero día sí y día no. No. Yo tendré que ganármelo sola, y empezar a demostrar mi fuerza y mis ganas de ser quien no he sido hasta ahora. Convencer a tu gente, esa que se cree que eres de otra forma, cuesta. Pero como he dicho antes, nada es imposible. Un sueño es un sueño, y a veces, para ello, debes caminar, cruzar y saltar, miles de caminos. Encontraré piedras, me daré ostias, lloraré, saltaré, pero ante todo lucharé. Porque de eso trata la vida, de luchar por lo que te hace feliz.

Porque puede que mi felicidad esté lejos, y que el tiempo, las críticas, y todo lo demás, estén jugando en mi contra. Pero no me importa, ya no. Ahora ya lo sabes, si algún día me ves, puede que pienses que no soy nada, sin embargo, a lo mejor, esa piedra con la que tú acabas de caerte, yo la habré saltado mil veces. Y no me importará saltarla mil y una veces, pues lo único que querré es que se me oiga, que sepan, de una vez por todas, que no todo es como parece.

Empezar de zero, poder ser yo.

Quiero dejar de ser la que soy. De vivir dónde vivo. Quiero coger la puerta y largarme. No vivir en una ciudad. Vivir lejos. En un pueblo, pequeño, alejado, dónde todo sea diferente. Odio caminar por la calle y encontrarme más mierda que otra cosa. Que todo sean coches, bares, restaurantes, y solo se escuchen los motores, los gritos y la música alta procedente de locales, casas, o discotecas. Estoy harta. Necesito tranquilidad. Cambiar el sonido de los motores por árboles, cambiar los edificios altos por montañas, los restaurantes por pequeñas casas y alguna que otra tienda. Cambiar la mierda por la tranquilidad. No me gusta mi vida, para que negarlo. Envidio a todas aquellas personas que se levantan cada mañana y lo único que ven son árboles, montañas, y gente educada que te respeta y no va borracha por la calle o robando la primera cosa que ven. Esta sociedad se cae a cachos. Los habitantes de una ciudad se creen "guays" por vivir en una ciudad. Superiores, quizá. Pero yo no le encuentro el sentido. Pues yo quiero todo lo contrario. Supongo, que esta es la vida que me ha tocado vivir. Tendrá peros, tendrá contras, pero ante todo, tiene ganas de seguir adelante. Puede que mi camino no quiera seguir recto y necesite una curva para alejarse de este. Puede que pida demasiado. Puede, también, que sueñe demasiado. Pero creo que este es el único sueño que pocos adolescentes, desean. Tranquilidad, empezar de zero, poder ser yo, cambiar de aires... Cambiar de vida.

Prefiero tenerte, que saber que puedo perderte.

http://www.youtube.com/watch?v=v15rAcFEzAY;
Soy invisible. Invisible para tus ojos, invisible con cada palabra, esas que tú crees que no son nada, pero que para mí lo son todo. Me gustaría decirte que puedo ser esa chica que no se cansará de ti, que no te dejará tirado, te abrazará cuando más lo necesites, y te besará cuando menos te lo esperes. Soy de esas que sueña. Que sueña con que, algun día, me ponga a córrer y tú corras detrás mío, envolviendome en tus brazos, haciéndome saber que no te marcharás. Soy de esas que quiere coger todos los caminos posibles, a ver, si por casualidad, alguna vez, me encuentro con el tuyo. Soy ese tipo de chica que necesita tu sonrisa, sobrevivo con ellas. De esas que cuando abrazan a alguien que quieren, les dejan sin respiración. Seria de esas, cuando, por fin, pudiese abrazarte. Soy ese tipo de chicas que prefieren una tarde llena de risas contigo que una tarde en una discoteca, por ejemplo. Prefiero tus labios, que la música. Prefiero tus cosquillas, que el bailar con alguien que no conozco de nada. Prefiero tenerte, que saber que puedo perderte.

Porque sí, soy de esas, que al escribirte esto, no te dirá su nombre. ¿Por qué? Porque también soy esa chica, que vive con el miedo de que, todos sus sueños se rompan al ver que tú no has sonreído al saber que, sin saber como, te quiero.

sábado, 2 de marzo de 2013

Ya era hora de ser feliz.


Sentir la felicidad bajo tus pies. Querer gritar que eres feliz. Seguir soñando, sin importarte si se hará realidad o no. Enamorarte, sin razones, solo pensando en él. Cantar cada canción. Mirar por la ventana, ver el cielo azul, manchado solo por un par de nubes. Sonreír. Recordar momentos, encontrar posibilidades, maneras que pueden hacer que estos se vuelvan a repetir. Querer volver al pasado, sin embargo, acabas planeando el futuro. Necesitar un abrazo suyo, acabar abrazando a un peluche. Bailar, caerte al suelo, reírte sola. Pensar que estás loca. Pero no, solo eres feliz. Ya era hora de sonreír de nuevo, ¿no crees?

Enamorada de él. Solo de él.

-No llores más. Vamos, sabías que tenía que pasar. Sabías que la distancia lo estropearía todo. Pero tú te enamoraste. No me hiciste caso. Cada palabra que te decía era una sonrisa tuya, una ilusión más. Tú coleccionabas ilusiones, yo guardaba todos los abrazos que te estoy dando. Los necesitas. Porque él ya no estará. Solo te está haciendo daño, princesa. Él y la distancia; la puta distancia. No quiero verte mal, necesito ver tu sonrisa de siempre. Esa que decías que él te sacaba con tanta facilidad. Sé que ya no está, que necesitas olvidarle. Te ayudaré, pero primero debes olvidar cada palabra, cada momento, y cada ilusión.
+Y una mierda. No pienso, ni quiero olvidarle. Sí, puede que ahora esté llorando, y me duela que él no se de cuenta de nada y que encima esté tan lejos. Pero no por eso voy a rendirme. Le quiero, lo tengo claro. Y sonreiré, puede que tarde, pero lo haré. Por él. Porque como bien dices, él me hacia sonreír. Y con el paso del tiempo, cuando todo cambie, lo volverá a hacer. Porque estoy enamorada de él, no de aquel de allí, ni de ti, si no de él. Y ni tú ni nadie podrá hacer que eso cambie.

viernes, 1 de marzo de 2013

Existo, ¿sabes?

Eh, hola, existo. ¿Me recuerdas? Soy esa chica que vive con miedo, pero que muy en el fondo le encanta tenerlo. Esa, la que cada día lleva una sonrisa, muchas veces falsa, dibujada tan solo para que todo el mundo, incluido tú, piensen que estoy bien. Cuando puede, que no lo esté. Que me pregunten que deseo y mienta. Mienta por no decirles que no sé lo que de verdad quiero. Que no sepas lo que siento, o todo lo contrario, que lo sepas, y todo cambie. No quiero que todo sea diferente. Bueno, sí. Pero si algo tiene que cambiar, que sea para decirme que me quieres. Lo sé, sueño mucho. Y no, no es divertido. Pero he aprendido. He aprendido a levantarme cada mañana y convencerme de que todo seguirá igual, que porque me hables o me sonrías no va a significar nada. He aprendido a no despertar a las ilusiones, me ha costado, pero lo he conseguido. He aprendido a quererte. Así, a escondidas, sintiendo lo mismo, preguntándome si tú, alguna vez, al leer esto, pensarás en mí. Porque yo solo quiero ser tu pequeña. Esa que un día, sacará fuerzas, bajará la mirada, susurrará un "te quiero" y al subir la mirada, como siempre, seguirá esperando tu sonrisa.

Esta soy yo.

No soy alguien fácil, no soy esa chica que todo chico desea. No tengo todo aquello que la mayoría de chicos quieren. Soy tímida, a veces estoy loca, y otras veces ni se me escucha. Se puede decir que soy de esas que siempre tienen que demostrar lo que siente, porque si no, se hunde. Es como una necesidad. Dar y demostrar, para recibir cada sonrisa de todas aquellas personas a las que has intentado alegrarle el día. Digamos que vivo de las sonrisas de la gente. No me molesta. El problema está en que no miro la mía. Busco la de los demás, pero pocos se fijan en si yo sonrío o no. No me quejo, ya es normal que por ejemplo, los chicos, miren más el cuerpo de una chica en vez de mirar si sonríe o no. Soy ese tipo de chicas que se ilusiona fácilmente, y después se arrepiente de haber dado tanto por alguien que le daba tan poco. No olvido fácilmente, pero sé perdonar. Sueño mucho, demasiado. Pero con el paso del tiempo he aprendido a mantener los pies en el suelo, y a no despertar a las ilusiones. Siempre intento borrar lo que duele, aunque, muchas veces, el problema esté escrito con permanente.
Me he enamorado varias veces, y sí, lo he acabado pasando mal. Estoy enamorada, pero os juro, que me encantaría no estarlo. Se dice que cuando estás enamorada sonríes todo el día, nada te afecta, y solo piensas en él. Mentira. Es la verdad más falsa que haya oído nunca. Vale, sí, puede que algunas veces ese cosquilleo en la barriga no me lo quite nadie, pero lo demás no es tan bonito. Acostumbro a reírme por todo, hasta cuando quiero llorar, para ocultarlo. Odio que la gente me vea llorar. Odio la puta distancia. Odio la palabra "imposible", y la palabra "siempre". Nada es para siempre. Duele que te prometan que algo será para siempre y luego se quede en un "hola", "¿cómo estás? y "adiós". Duele. Pero aprendes, pasas página y sigues adelante. Aunque muchas veces pienses que no podrás, o pienses que esa es la definitiva. He llorado por quién no debía, he luchado por algo sin futuro y miles de veces, he sonreído falsamente. Sueño con ser parte de su sueño y con poder abrazarlo alguna vez en toda esta puta vida. Pero sé que no es fácil, nada lo es. Pero seguiré luchando. Soy así, alguien que quiere en silencio. Con miedo. Llorando de noche. Sonríendo de día. Buscando la felicidad, sabiendo que él, estará justo a su lado.

Amor de hermanos.

"-¡Dame el movil, es mío!
+Vamos a llamar a tu novio, ¿cómo decías que se llamaba?
-Vamos tete, ¡devuelvemelo!
+Venga, vamos a llamarlo... Sí, hola perdona, llamaba para decirte que mi hermana pequeña te...
-¡Te odio!
+Eh, enana.
-Dime, tonto.
+No estaba llamando."

 

Querido tete, escribo esto para que sepas que me encantaba que me quitases el movil y después acabase ahogada por cada una de tus cosquillas. Que muy en el fondo, me encantaba que me cogieses a caballito y me hicieses un tour por nuestra a casa, esa que ahora, ya no pisas. Todos esos veranos, día sí y día no a tu lado. Esas tardes tirados en el sofá viendo cualquier peli, esas discusiones por elegir la película, cada partida del Monopoly a tu lado, todas esas horas en las que solo se escuchaban nuestras risas... Las echo de menos. Echo de menos despertarme y ver tu cara de dormido, dándome los buenos días. Echo de menos tus ataques de locura y todas aquellas cosquillas que venían después. Echo de menos ese "¿Qué te pasa, enana? ¿A quién tengo que matar?" Echo de menos que alguien me haga reír cuando más lo necesito. Porque tú lo conseguías. Siempre. Y ahora ya nada es lo mismo, tú ya no estás día a día a mi lado. Pero tranquilo, la enana esta aprenderá a sonreír sola. Crecemos, cambiamos, y aunque no lo quiera, nos distanciamos. Te voy a echar mucho de menos, no te imaginas cuanto. Porque siempre seré tu enana, aunque crezca. Y tú siempre serás mi tete, ese que espero no perder nunca.

Te quiero..

-Una enana.

Sonríe.

No quiero ver tu caída, no quiero saber que te ha pasado. Aún no. Solo quiero ver cómo te levantas y sigues. No te mereces esto, ¿sabes? Ya sé que es muy fácil decir que todo pasará y que tienes que sonreír, aunque en el fondo sea muy difícil, lo sé. Pero eso no significa que no vaya a intentar sacarte una sonrisa. Vivo de las sonrisas, ¿recuerdas? No quiero ver tu cara mojada, o tu voz apagada. No quiero ver cómo te levantas sin fuerzas, y por la noche sigues sin ellas. No. Me da igual el problema que hayas tenido, con quién te hayas enfadado, quién o qué hayas perdido, y todo aquello que haga que no seas feliz. Nadie es capaz de dejar de serlo sin una buena razón. Pero yo también tengo una razón para que sonrías. Bueno, una no, varias. Aunque algunas no tengan importancia. Deja que te explique.

“Hay veces, que la vida te da tal ostia, que parece que el suelo es tu único amigo. Todos esos días, esas horas, en las que te aguantas las lágrimas, hasta que explotas. A veces con la persona menos indicada, pero lo haces. Eso no es malo. No puedes tragártelo todo tú solo, no puedes, ni debes. Pero bueno, sigamos con la historia del suelo. Tantas ostias, todos esos gritos apagados que te gustaría decir, para que todos aquellos que te quieren se den cuenta de que no estás bien, se quedan dentro de ti, pues no quieres llamar la atención. Pero llega un momento, en el que sabes que si no te levantas tú no lo va a hacer nadie. Te incorporas, sentándote en el frío suelo. ¿Y ahora qué? Ahora debes intentar no pensar en los moratones que tantas ostias te han dejado. No tienes que pensar en problemas, has sufrido demasiado. Piensa en sueños. Sí, sí, hazlo, que valdrá la pena. Piensa en aquello que quieres conseguir. Puede que sea difícil, o esté lejos. Pero, ¿quieres que te diga la primera razón por la que debes seguir, sonreír? Ahí va: No te quedes sentado. Tu sueño no se va a cumplir solo. El suelo no te va a ayudar, y las lágrimas, mucho menos. Ya tienes la primera razón, ahora levántate, y no vuelvas a sentarte. Mira el suelo. Observa la distancia que te separa de él, y la facilidad con la que te has alejado de lo que parecía, que hacia un par de minutos, era tu mejor amigo. Ahora mira en frente tuyo. No hay ningún cambio, lo sé. Sigues sintiéndote mal, ¿eh? Escúchame. (Bueno, léeme.) Muchas veces no vemos aquello que nos hace fuertes. Porque no queremos, o porque simplemente, nos duele no verlo. Puede que ahora busques la felicidad y solo veas el suelo en el que te has estampado, pero eh, mira esa esquina, sí, esa, la que guarda un papel pequeño y algo doblado. Léelo.

[Todo lo que empieza acaba. Lo que se marchita vuelve a crecer. Pero en cambio, una sonrisa, aunque no lo quieras, siempre está ahí. Sonríe, solo tú puedes dejar que esa sonrisa, no se marche.]

Ahora ya lo sabes, sonríe, que te lo mereces...”